A partir de la desaparición de Viriato se inicia el proceso de romanización apoyada por la llegada a la península de inmigrantes de origen romano e itálicos; que atraídos por su riqueza, buscan para asentarse lugares ya habitados y que reuniesen condiciones favorables para la comunicación y tierras adecuadas para las siembras y aptos para el pastoreo, con lo que hacen su aparición en Los Pedroches pequeños asentamientos rurales que desde época muy temprana sustentan una buena cabaña ganadera, compuesta en especial de ganado bovino, ovino, porcino y equino, que fue fruto de atención desde la llegada de Roma y proseguiría a lo largo de todo el imperio, centrando su atención en la selección de razas hispanas, que cruzaron con otras traídas de fuera al objeto de conseguir aumentar cantidad y calidad, sirviendo como ejemplo al caso de Columela; agrónomo del s. I d. C. nacido en Cádiz, que apareó ovejas de la Bética con carneros traídos de África, los que dieron crías más abundantes en lana y de mayor calidad; también fueron muy apreciados los caballos que se criaban en la Bética para ser usados como animales de silla, y eran entrenados tanto para la guerra, como para la caza y que por su valía fueron exportados a distintos lugares del Imperio; también fueron apreciados los mulos y burros como animales de carga.

     Aunque las actividades agropecuarias fueron en época romana fundamentales desde el aspecto económico, siempre habían mostrado interés por las minas de la península; y como no, las de esta comarca de las que extrajeron oro, plata, plomo, cobre, estaño e hierro; entre las que destacaron por su riqueza, Los Torcas (Torrecampo) mina de los Almadenes (Alcaracejos) Barranco del Soberbio (Pozoblanco) y Posadilla (Vva. de Córdoba) entre otros muchos, que por su extenso listado no citaremos.

Esta actividad iniciada en el último cuarto del s. II a. C. por los romanos, decaerá a finales del siglo II d. C.; o principios del III d. C. debido, bien a su ya escasa rentabilidad o al agotamiento de sus filones, por lo que serán abandonadas. Aunque esto no quiere decir que absolutamente fuesen todas abandonadas; ya que, si no en todas, en algunas de ellas aparecen monedas de época más tardía que las de la dinastía imperial de los Severos (235 d. C.), lo que denota que después de esta fecha, algunas de ellas continuaron en funcionamiento.