Los pueblos prerromanos poseían sus propias creencias religiosas que con la romanización no desapareció por completo; sino que sumaron a ellas las traídas por los romanos que gradualmente serán siendo sustituidas por la religión que practicaba la administración, que contaba en sentido protector de las diferentes facetas de la naturaleza, representados por la vida y la muerte; dicho de otra manera, estos tenían un dios para cada cosa distinta, divinidades que por su importancia, se dividían en dioses superiores, inferiores, héroes y semihéroes.
Componían los dioses mayores los formados por la Tríada Capitolina formada por Júpiter (Iovi), Juno (Juno) y Minerva; culto que debió estar muy arraigado en el Norte de La Bética (Los Pedroches) debido a los hallazgos de dos altares dedicados a Júpiter; uno de ellos encontrado dentro del pueblo de Vva. de Córdoba, actualmente en paradero desconocido y el otro está depositado en una finca privada del término de Pozoblanco; también existe constancia del culto a Júpiter en un fragmento de escultura en bronce depositada en el Museo de Vva. de Córdoba; que aunque no está completa, sabemos que representa a esta deidad.
También se atestigua el culto a Juno (Iuno Lucina) en un exvoto de cerámica que representa a una dama iberoromana acéfala que aparece con el vientre abultado (embarazada) con la mano izquierda posada en el vientre y con la derecha sostiene en la mano el órgano sexual masculino, atestiguando con ello, que esta figura estaba dedicada a ella como protectora de las mujeres embarazadas.
El culto a Minerva está comprobado por el hallazgo de una figura de bronce representando a esta deidad; ésta apareció en un poblado romano en ‘Sancho’, lindante a este camino (antes calzada romana Épora (Montoro) – Solia (Virgen de las Cruces – El Guijo); este bronce está desaparecido.
También fue practicado el culto a la Dea (Diosa) Roma en todo el Imperio Romano; a partir del S. I d. C. se le rindió culto al emperador, poniéndolo en los altares y divinizándolo como un dios, sirviendo como elemento unificador para los pueblos del imperio, culto que fue iniciado con el Emperador Augusto.
Posteriormente, y a lo largo del S. II d. C. hacen su aparición en el imperio otras religiones traídas por las legiones romanas de Asia Menor, Siria, Persia y Egipto. Estableciéndose culto a Cibles, Attis y Mitra, del que su culto en la Comarca queda atestiguado por el hallazgo de un pequeño bronce, depositado en el Museo de Vva. de Córdoba.
A comienzos del S. III d. C. aún perdura el culto a dioses paganos, como así parece atestiguar el altar de sacrificios del ‘castillo’ de Sibulco (Montoro) ignorando la religión cristiana que por África ya penetraba en Hispania… a mediados de este siglo nace en Córdoba un niño llamado Osio que llegó a ser obispo de la Diócesis Cordubensis en el año 294, y posteriormente trasladado a la corte como consejero del Emperador Constantino; este obispo asistió al Concilio de Iliberis (Granada) celebrado en el primer tercio del s. IV d. C. siendo acompañado al mismo por el subdiácono (sacerdote) Eumancio de Solia; lo que confirma, que en el Norte de la Bética (Los Pedroches) a finales del S. III d.C. el Cristianismo ya estaba arraigado y hasta nuestros días ha prevalecido.
FOTOS.-
FRAGMENTO DE JÚPITER
EXVOTO CERÁMICA
BRONCE DE MITRA